miércoles, 2 de octubre de 2013



Fuera del circulo de tiza 

(Artemio Ríos Rivera)

No había cumplido los tres años de edad . Mi padre trabajaba en la Junta Local de Caminos. Probablemente estaba ocupado en la construcción de la carretera que une a la capital del estado con la ciudad de Huatusco, pasando por el puente de Los Pescados hasta llegar al pueblo de Totutla. Era un hombre al que le gustaba caminar , caminaba mucho, imagino que en esos tiempos no había suficientes medios de transporte y ahorraba dinero caminando. 

Atravesando cerros, arroyos y sembradíos durante horas  y horas para desplazarse del trabajo a la casa, para ir y regresar al centro de la ciudad.

En el camino pepenaba lo que encontraba. Siempre que llegaba a casa se soltaba la algarabía para mirar lo que había encontrado en el camino: un tlacuache para los tamales, un armadillo para hacerlo en adobo, una culebra, para asar, un racimo de platanos, unas naranjas, algún pedazo de tronco que serviría como banco o base de una lámpara , ciertas yerbas para comer o preparar una infusión.

Realmente viví poco tiempo con él. Para entonces ya se habían separado mis padres. Los recuerdso que tengo de mi progenitor no están asociados con la presencia de mi madre, sino a esa edad no me preocupaba de su paradero. Ella se fue de la casa con mi hermana cuatro años mayor, y yo me quedé en el hogar de mi predecesor. Ése fue el acuerdo que tuvieron.

No recuerdo cómo , pero en el tiempo que estuve con papá había otra mujer en casa , la que fue su compañera hasta que él murio. Vivíamos por la loma de la salida de Briones muy cerca del campo. En la parte alta de la loma, a un costado de la escuela primaria , vivía mi abuela. Nosotros teníamos nuestra casa en la parte baja , en una falda de lo que entonces era una pequeña barranca.

Por las tardes me gustaba esperar la llegada de mi padre, pero no lo hacía abajo sino een la loma, en la banquetita que estaba junto a la puerta de la tienda que también era la casa de mi abuela. Le rogaba para que me fiara un vaso de tepache y un platano que cuando me daba le ponía chile en polvo despues de rebanarlo. No siempre se conmovía la abuela. Entonces, con plátano o sin él , me tiraba en la banqueta , subiendo los pies contra la pared y cantando canciones que ya han desaparecido de mi memoria.

La imagen que tengo de mi padre es la de un hombre joven , moreno, delgado, con un sombrero de palma en la cabeza, un bigote negro recortado como su cabello. Me parece que era alegre aunque no estoy seguro, en todo caso no era un hombre triste ni amargado. Creo que eventualmente me cargaba o me abrazaba, pero tampoco estoy seguro de eso. Sin embargo hay dos momentos que vienen a mi mente con nitidez.

El primero era de noche ya muy avanzada lloraba yo desconsoladamente por que me dolía un diente . De la penumbra alumbraba por una vela salió mi padre en calzoncillos y me cargó . Sentí su pecho cálido en el mío , yo tambien dormía sin piyama ni playera, Me estuvo consolando hasta que mitigó el dolor y volví a caer dormido. No tengo ningún otro recuerdo de ese dolor de muelas.

La segunda evocación tiene que ver con dolencias y balsamos . Era la tarde  y jugaba hicando sobre la cama, creo que era un catre de costales, de esos que se usan en tierra caliente. Me recuerdo riendo a carcajadas. De repente caía de la cama y en mi frente se marcó una corcholata que estaba en el piso con la parte filosa hacia arriba. Sangré ligeramente . Lloraba adolorido cuando mi padre me tomó en sus brazos para consolarme. Tenía una camisa clara, humeda de su transpiración , me estuvo mirando un buen rato hasta que pasó el dolor y volví a sonrerír.

No había pasado mucho tiempo cuando mi madre me secuestró Mi padre tomó una decisión inteligente: No buscó recuperar a su hijo . Me parece terrible la imagen del círculo de tiza, en una de las obras de Brecht, en la que dos mujeres reclaman la maternidad de un niño  y tienen que tirar , cada una , de uno de los brazos del pequeño y quien lo saque del círculo hacia sí misma será reconocida por el juez como la madre legítima . La madre que verdaderamente ama a su hijo no jala para no lastimarlo, prefiere perderlo que hacerle daño. Algo similar a la bíblica decisión del Rey Salomón: partir un hijo en dos para dar la mitad a cada una de las mujeres que reclamanban la maternidad, justamente lo que les corresponde ni más ni menos. 

No consco los motivos de mi padre para no correr en una lucha fraticida y encarnizada detrás de su hijo. Tal vez era comodidad. Nunca hablamos de eso, pero se lo agradezco profundamente. Creo que fue la mejor decisión. 

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